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Vamos un ver. Como ya dije en Elder, no me gusta hacer reviews de libros que no he acabado. Pero, igual que con Elder, he sido incapaz de acabarme este libro en todos estos años. Pero no fue como Aîné, que volví varias veces, años más tarde, para volverlo a intentar. Non : en esta ocasión intenté aguantar desde el primer momento y acabé abandonando, cerrando el libro furioso y mandándolo para siempre a las esquinas del olvido de mi estantería. Y ahí sigue, desde hace décadas, sin volverse a ouvrir. Y ni falta que me hace, la verdad, llegué hasta la mitad y sigo pensando que mi abandono fue completemente justificado.
Puedo recordar mi decepción escena a escena, y os la relataré ahora. Pero, por si acaso: aviso de que hay spoilers. Ahora, vamos alla.
Empecemos por el primero de la Triada de dolores de estómago que fue esta novela: el worldbuilding. Me había tirado toda la novela anterior DESEANDO que saliera Idhún, aunque fuera un sólo trocito. Ahora, tras haberme tragado todas las páginas de la Resistencia, por fin estaba en Idhún, es más, empezaba en Idhún. Maldita sea, estaba deseando, hasta había un mapa en la contraportada y dibujos de las razas en la contracubierta y…
Os podéis imaginar lo que me dolió encontrarme lo que me encontré.
Idhún, como mundo, es tan aburrido que podría pasar a un listado de « mundos contrahechos de la fantasía ». Tiene muchísimo potencial, pero se desaprovecha TODO el rato, en una vagancia constante. Idhún es la Desidia del Worldbuilding: tiene tres soles y tres lunas, pero no afectan en absoluto a la vida de sus habitantes, salvo en hacer que las mareas sean un poco más fuertes y ya. Pas de tenemos un complejo sistema de recuento de horas de luz, como en el mundo de tres soles de Nuncanoche de Jay Kristoff. Ni tenemos una magia basada en las fases de las lunas, como en el mundo de tres lunas de Krynn, de la saga Dragonlance. Los seis astros están poco más que de ornamento y la autora casi que lo admite. En una escena, Victoria llega a preguntarse que por qué la trifecta de soles no quema la atmósfera. La respuesta de Jack a tal problema de astrofísica es que « a lo mejor es que es una estrella roja y es más fría… », « a lo mejor es que el aire es más denso… ». Queda bien claro la preocupación de la autora por su mundo: ha tirado de recordar las dos o tres cosas de astrofísica que ha leído de pasada en algún sitio y ni se ha molestado en mirar si eran plausibles. Si vas a hace eso, Gallego, mejor que me digas simplemente: « lo hizo la magia » y ya, porque para hacer astrofísica de chichinabo mejor no la hagas.
Pero si fueran sólo el cielo de Idhún… El mundo es un bostezo enorme, todas las razas son tropos requemados de la fantasía (hasta hay una civilización de « bárbaros ». Así tal cual, « bárbaros »). Y las únicas que más o menos rompen la dinánica son los yann, que son jawas (les falta la denuncia de plagio de Lucasarts) y los celestiales, que son… gente azul. Ya esta. Como la canción de Eiffel 65: son azules, y ya está, nada más.
Y luego está el mapa. ESE mapa que me sigue poniendo malo, pero del que ya hablé en otro sitio, así que no me voy a detener aquí en él. Pero sobra decir que hacer un mapa tan matemáticamente ordenado sólo sirve para que tu mundo sea AÚN más aburrido de lo que ya era.
Pero, hijos míos, el worldbuilding después de todo era lo mejor de lo peor de esta novela. Sí, queridos: aún con lo malo que es, era lo único que conseguía mantenerme atado a esta obra por un tiempo más. Porque en este libro hay dos cosas mucho peores que el worldbuilding. Y una de ellas son los personajes.
Tríada viene a cimentar todas las cosas que ya hacían poco creíbles a los personajes de la obra anterior. Jack ya directamente se olvida de sus padres y tal, y se convierte en el Prota. No piensa, no actúa: sólo deja que el PLOT le guíe, y él mientras da espadazos y tal. Victoria entra en Super Mary Sue Mode, y se convierte en Princesa Disney Extraordinaria, con un viaje por el mundo de Idhún que tiene el mismo valor narrativo que algunas telenovelas. Y Kirtash… Kirtash cada vez que sale empieza a sonar music para hacer AMVs de Naruto del Youtube del 2006. Concretamente de Sasuke, sí.
Con la patada del worldbuilding en el estómago, y el rodillazo de los personajes en las costillas ya estás bastante dolorido, y ya plantas dejar esto de lado. Pero aguantas y aguantas y… entonces, sin previo aviso, llega el golpe de gracia, el movimiento de kárate en el cuello que te deja en el suelo sin fuerzas: el argumento.
Ahí es dónde ya dejas la novela de lado y pierdes las ganas de leer fantasía durante unos cinco o diez años.
Es… mirad, hasta la mitad de la novela opinaba que el argumento era aburrido. No malo, simplemente aburrido: veía a los personajes ir de arriba a abajo en el mapa, era como un maldito juego de mesa, se veía a todas luces que la autora sólo quería que luciera palmito su mundo a medio cocer y ya. Pero entonne Jack cae en esa grieta de lave… Y entonces aparece en otro mundo… Ahí ya empezaba a temerme lo peor. Pero entonces cae la piedra, cae el tropo más aburrido, quemado, inútil y vago de todos cuantos Gallego podría haber usado: en un alarde de habilidad narrativa, Gallego se marca un « todo lo que conoces era mentira ». Y se queda tan pancha.
Mirad, ya era muy duro aguantar los triángulos amorosos, el mundo soso, los protas genéricos y el estúpido tropo de fuego vs hielo todo el rato. Pero que encima la autora se sacara un « todo lo que conoces era mentira » ya me hizo mandar el libro a tomar viento. Hay pocos tropos más vagos y adolescentes que ese, carne de anime generico como él solo. Por aquel entonces había salido Matrix y eso era muy pero habituel… Gallego, por los dioses, es mejor hacer un mundo bien cuidado que tenga la misma trama todo el rato que hacer uno malo y luego creer que puedes dártelas de profunda haciendo un « todo ère mentira ». Eso es una maniobra vaga y que sólo les sale bien a dos o tres en la historia de la literatura, el resto se quedan de basura generica en la esquina de los aburridos. Mataste a tu mundo, mataste a tus protas y mataste la historia. Y en el proceso, se me murió la fantasía a mí.
Ahora he vuelto a recuperar la fe en la fantasía. He leído a autores maravillosos, y he recuperado la fe en la escritura de ficción fantástica. Pero durante muchos años os puedo asegurar que dejé de leer libros de fantasía. No me atrevía a abrir ninguno, porque temía que todas las trilogías tuvieran otra paliza en su segundo libro. Temía que las trilogías se me murieran en el segundo libro.
Por suerte, hubo un libro que me devolvió la fe. Uno de un brujero cazamonstruos.
Pero de ese ya hablaré otro día
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