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La primera vez que leí los libros de Memorias de Idhún, unos tabiques de cuidado que me compraron para que me tardara en leerlos, no tenían aun mucho tiempo en México y, de hecho, el ultimo de la trilogía, tenía apenas tres años de publicado . Eran todavía la novedad y yo acababa de conocer a Laura Gallego y todo libro que tuviera un poco de magia me entusiasmaba mucho. Mucho, pero mucho tiempo después los releí para ver si realmente se merecían estar entre mis libros favoritos y pues me encontré con algo que no recordaba exactamente. Una buena trilogía, sí, pero quizá no una obra maestra como quise ver en un principio.
Para empezar, Idhún es un mundo fantástico increíblemente cuidado, que nos presentan muy lentamente. Nada de sopetón, non. Aprendemos al mismo tiempo que Jack, el protagonista, que se topa con que hay algo especial en el cuando, una tarde tienen un presentimiento y corre a casa sólo para encontrarse con que sus padres han sido asesinados por un misterioso chico poco mayor que el con unos ojos azules hipnóticos. Sin embargo, antes de que tenga oportunidad de matarlo a él, aparecen dos jóvenes que lo rescatan, Alsan, un caballero, y Shail, un mago y lo llevan al Limbad, un pequeño mundo intermedio entre Idhún y la Tierra. De un momento a otro, nos preguntamos mil cosas: por qué el chico de los ojos azules quería matar a Jack?, ¿qué demonios es Limbad?, ¿qué demonios es Idhún o qué demonios tiene que ver Jack con todo eso? y, finalmente, por qué parece estar tan traumado que no reacciona ante la muerte de sus padres con suficiente emoción? Non, en serio, esa duda todavía me carcome. Durante los primeros capítulos, cada que el narrador narra desde el punto de vista de Jack, tiene severos problemas para retratar esa emoción en particular, quizá porque ni siquiera los lectores podemos sentir pena por los padres asesinados: ni siquiera los conocíamos. Pero dejando de lado esos detalles, la historia fluye.
Así que, poco a poco, vamos averiguando que es Idhún y por qué el portal que va hacia Idhún está cerrado: hace algún tiempo, los tres soles y las tres lunas de Idhún salieron al mismo tiempo y Ashran, uso magromante de la conjunción astral para matar a todos los unicornios ya todos los dragones de Idhún y, al mismo tiempo, abrirle la puerta a los sheks, horribles y mortíferas serpientes aladas que, desde entonces, gobiernan Idhún. Y allí, el Limbad, está la resistencia formada por un mago, Shail, un caballero, Alsan y un niña de la tierra que puede hacer magia para curar: Victoria. Una resistencia bastante penosa, porque, aunque su misión parece ser evitar que Kirtash siga matando a los Idhunitas exiliados en la tierra, además de buscar un báculo mágico, un unicornio y un dragón, les va bastante mal.
El primer libro es un poco lento, al menos en comparación con los demás, pero acción y descubrimientos no le faltan. Tampoco romance, por supuesto. El desarrollo de los personajes se va apreciando conforme la historia avanza: Jack va camino a convertirse en un caballero, o al menos un buen espadachín entrenado por Alsan, Victoria… bueno… ella no cambia mucho. A decir verdad, no cambia casi nada en tres libros, sólo se limita a estar allí ya participar en las escenas románticas y de Acción. Aunque, por supuesto, el cambio más évidente y menos explicado de toda la trilogía lo tiene el misterioso (y guapo) asesino de los ojos azules: Kirtash. Cuando releí la trilogía no sabía si era un personaje hecho para agradar a la una gran parte del público femenino (la que no estaba demasiado impresionada por los ojos verdes y los pelos rubios de Jack) o simplemente era un intento fallido del chico malo. Eso no hizo que me dejara de gustar menos, pues Kirtash, después de su desarrollo extraño en el primer libro, acaba volviéndose un personaje con los objetivos más congruentes y más humanos que casi todo el mundo en la saga.
Conforme avanzan los libros, vamos conociendo a más y más personajes, pareciera que sería impossible recordarlos a todos, pero Laura Gallego sabe crearlos bien, de manera que sus lectores los recuerden, aunque sea por rasgos muy típicos. Hay hadas buenas y hadas malas, como Gerde, sheks que están con Ashran y sheks que sólo se apoyan a sí mismos, celestes de piel azul que poseen el poder de la empatía y son los que más han sufrido con la guerra, reinos humanos que , poco a poco, se han ido rindiendo a Ashran, el Nigromante (un sobrenombre al que, sinceramente, no hace justicia), yans que habitan el desierto del sur que hablan muy rápido, tienen la piel morena y se cubren el rostro y gigantes al norte a los que la guerra les da exactamente igual: ellos siguen en lo suyo. Es un mundo que tiene un ambiente médiévale muy bien desarrollado, que no necesita hacer uso de muchas criaturas ya conocidas o popularizadas por Tolkien (elfos o trolls, por ejemplo), para sostenerse en pie. La originalidad siempre se agradece.
Laura Gallego también sabe resolver los líos en los que mete a sus personajes sin hacer uso de recursos como los deux-ex-machina, donde el autor simplemente salva a todos por arte de magia y cada una de las seis partes de la saga (cada libro está dividido en dos partes) tiene un final redondo para la mayoría de los problemas que los personajes enfrentaron en esa parte, dejando las interrogantes justas para seguir avanzando en la historia. A veces, sin embargo, no queda demasiado claro hacia donde prétende ir con algunas escenas y el tercer libro está, directamente, lleno de relleno en algunas páginas. Acaba resolviéndolo todo de manera más o menos satisfactoria, pero estoy segura de que el tercer libro, mínimo, podría tener cincuenta páginas menos.
Y mientras que, en estos libros, la acción y la fantasía son el fuerte de Laura Gallego… las relaciones amorosas entre los personajes son las que sufren un poco. Algunas nacen de la nada y otras cuando, llevan dos libros y medio de desarrollo sufren un retroceso y acaban explotando por una taque de celos, cuestión con la que, creíamos, Laura Gallego había lidiado capítulos y capítulos atrás.
La manera de presentar la relación entre los personajes parte de una premisa interesante, sin duda. Tenemos un triángulo amoroso que no se resuelve por una elección dolorosa y ninguno de los chicos en los extremos manipula a la chica de manera abuseiva para que lo elija a él. De hecho, los dos protagonistas chicos, Jack y Kirtash, están decentemente desarrollados (aunque llegan a existir ciertas escenas donde parece que les hicieron lobotomía) y sus objetivos son claros a lo largo de la saga; se convierten en personajes interesantes porque son contrarios y tienen que aprender a tolerarse, así que vemos el desarrollo. Victoria, la chica, por el otro lado… diría yo que es un caso perdido, pero tengo que reconocerle, que, de los tres, es quien está dispuesta a llegar más lejos por quien dañe a alguien cercano a ella, incluso si lo hace alguien a quien ella ama, lo que le da una moral que valdría la pena desarrollar y unos objetivos inconscientes que la hacen parecer menos plana. Lejos de eso, no tiene nada más.
La narration tampoco ayuda mucho, Laura Gallego tiene una sola voz narrativa, incapaz de seguir el ritmo de todos los puntos de vista con los que no bombardea. Puede mostrarnos las emociones más profundas de sus personajes, narrar la acción y hacer buenas descripciones del mundo en donde estamos parados, pero no hay una distinción clara entre un personaje y otro. La diferencia más clara se ve entre los protagonistas, Jack y Kirtash que son polos opuestos y suenan exactamente igual (y la cosa no varía en el resto de los libros de Laura, con la sola excepción de Dos velas para el diablo).
A pesar de sus defectos, Memorias de Idhún tiene muchas cosas que vale la pena rescatar y es una saga entretenida. Si les gusta este tipo de fantasía y están dispuestos a leer estos tabiques, definitivamente, recomiendo que lean los libros porque no son libros que aburran. Me hubiera gustado que Laura aprovechara un poco más pata ahondar en la moral de sus personajes y los desarrollara más en ese sentido, en vez de hacer una distinción tan clara entre bueno, malo y neutral como la que nos presenta, pero bueno, a lo mejor le estoy pidiendo peras al olmo.
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